Queridos alumnos-amigos de la clase de 2° de Philippeville:
Habéis cerrado la puerta del año con una llave de flores y seis pociones mágicas para saborear en compañía pensando en vosotros y en mi tierra.
El vino no se bebe, se comparte para comunicar: nos da el tono
exacto en la voz, deja manar – como una fuente fiel e inalterable – las
cantarinas palabras que aprendemos, cada semana, en clase.
Gracias por todo lo vivido, por el color que sois cada uno, por
entender que lo que aprendemos nos transforma, por experimentar que es mucho
mejor cuando avanzamos juntos, por haberme seguido en mis andanzas por las
tierras infinitas de lo hispano, a lo largo del tiempo y por sus múltiples
espacios.
Espero que mis raíces os hayan dado alas veloces y audaces para
descubrir otros mundos y, en el camino, reinventaros a vosotros mismos.
¡Feliz verano!
Y una canción…
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